EL RUMOR

lunes, 23 de marzo de 2009

Procesiones y política (Processions and politics)

El último dislate de la Iglesia española (al nuevo Papa y a los preservativos ya le dedicaremos un editorial en breve), que ya en la pasada legislatura nos acostumbró al disparate, es querer hacer un uso político de la procesiones de Semana Santa.

El desatino no sería tal si estuviésemos acostumbrados a que tal manifestación del fervor religioso fuese lugar de acogida frecuente de manifestaciones ideológicas, pero no es el caso. Y al igual que sucedía con asuntos como el matrimonio entre homosexuales, es evidente que bien podría la Iglesia española salir a la calle para expresar su malestar con temas que debieran preocuparle seriamente, como el hambre y la miseria, el racismo, la violencia de género, las guerras o el pésimo trato a los inmigrantes. En realidad, en pocas ocasiones se escucha hablar a los jerarcas católicos de estos asuntos menores.

Desde El Editorial no cuestionamos el derecho de la Iglesia española a expresar sus opiniones (de hecho, en el tema que nos ocupa, el aborto, tenemos puntos de desencuentro, pero también serias coincidencias en sus postulados), pero sí que denunciamos la arbitrariedad, los cauces, las formas y la beligerancia (en tiempos de Aznar los obispos nunca salieron a la calle, ni para pedir la derogación de la ley del aborto ni para, por ejemplo, oponerse a la Guerra de Irak).

Las procesiones no sólo son una manera maravillosa de expresar la fe, sino además un acto de gran calado cultural que va más allá de lo religioso. Mancharlo de tintes políticos sólo puede traer nefastas e imprevisibles consecuencias.

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