
El Mundo se rige por unos curiosos lemas: todo vale con tal de vender periódicos, no dejes que la realidad (verdad) te estropee una buena noticia y sin complejos suceda lo que suceda. Episodios como el 11-M (y su paranoica vs. interesada teoría de la conspiración, en la que cabía media España) pusieron de manifiesto el escaso rigor y la total ausencia de moralidad de los responsables que dirigen este periódico. Es el mayor de un cúmulo de disparates y falsas acusaciones arrojados desde esas páginas (de las que también, haciendo honor a la verdad, han salido un puñado de acertados trabajos de investigación).
El último dislate es la posición editorial de El Mundo frente a los presuntos casos de espionaje habidos en la Comunidad de Madrid. Ha pasado, sin ningún rubor, de mofarse, a interesarse, a sumarse a la causa investigadora en apenas una semana. Sólo espero que sus lectores se percaten de tamaña extravagancia y lean su diario favorito como lo que es: una mitad rigurosa, una mitad de chiste.
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