
Desde hace una semana el diario El País ha ido desvelando que desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid se han encargado labores de seguimiento y espionaje, con o sin el conocimiento de la Presidenta (es algo que tarde o temprano terminará sabiéndose). Pero Aguirre no se da por aludida; el lunes se burlaba, el martes se mostraba preocupada y el jueves tiraba balones fuera e incluso se premitía amenazar veladamente a aquéllos que se atrevieran a sostener la acusación sin el respaldo de pruebas palpables. Lamentable.
Esperanza Aguirre tiene la mala costumbre de ver la paja en el ojo ajeno (Zapatero, Gallardón, Álvarez, Rajoy...) y soslayar la viga en el propio. Siempre resta importancia a los escándolos que le conciernen al tiempo que se escandaliza con cualquier menudencia ajena, en un alarde del populismo barato que manejan personajes tan denostados por ella como Chávez, por poner un ejemplo. Lo chistoso del asunto es que sus exageradas mofas hacia los demás suelen volvérsele en contra, cual boomerang, multiplicadas por dos.

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