La deriva que está tomando la dirección del PP frente a los constantes casos de presunta corrupción que afloran casi a diario es preocupante. No sólo se están dedicando a culpar al mensajero, sino que además (como ya hicieran anteriormente con el asunto del atentado del 11-M) se dedican a cuestionar todo el sistema, incluyendo a jueces, fiscales, policía judicial, partidos políticos... en una nueva teoría conspiratoria, que en esta ocasión pretendería aniquilar al PP como partido (o al menos desacreditarlo por muchos años).
A Rajoy y al resto del equipo de Génova parecen importarle poco las grabaciones, los indicios, las contrataciones a dedo, las dimisiones, las denuncias (que provienen de sus propias filas) y las sospechas generalizadas acerca de un buen puñado de asuntos. Prefieren mirar para otro lado (ya nos tienen acostumbrados con el tema Fabra) y hacerse fotos denunciando no se sabe bien el qué.
La dirección nacional del PP tiene dos opciones: o se pone rápidamente al frente de las pesquisas, mostrando su indudable interés en descubrir primero y expedientar después a las manzanas podridas que hayan podido crecerle en su seno; o se pone del lado de los imputados y sospechosos, convirtiéndose en cómplice de los mismos, y elevando la sospecha de corrupción al partido en su totalidad.
jueves, 19 de febrero de 2009
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