
Aznar, en lugar de contribuir con sus declaraciones al buen crédito del Reino de España, o, al menos, hacerlo con su silencio, se dedica a insultar y menoscabar el prestigio de su propio país, para asombro interno y pasmo generalizado en el extranjero (aunque aprovechan dichas declaraciones en beneficio propio).
Ahora además asesora a una multinacional controlada por italianos, por si quedaba alguna duda de que poco o nada le interesa lo patrio, a menos que le reporte algún beneficio personal.
Y es que de un tiempo a esta parte no encuentra España personaje político que más arremeta contra sus intereses que el ex-presidente.
Desde El Editorial denunciamos esta lamentable situación. Porque Aznar, aunque lo olvide, es nuestro ex-presidente, es ex-presidente de todos los españoles; y por el bien de todos lo mejor que podría hacer, de momento, es no hablar de España, al menos en el extranjero.
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