
El descaro con el que estos días se manejan Camps y su séquito es casi insultante, y supone una degradación hasta el infinito de la vida democrática en aquella comunidad. Los años de poder, la infiltración corrosiva en todos los ámbitos y una desvergüenza propia de mafiosos están haciendo que ya ni el mínimo decoro sea preciso.
Sólo los ciudadanos valencianos (ya que la justicia a nivel nacional actuará, pero tardará) pueden restañar las profundas heridas. Caso de no hacerlo, habremos llegado a la conclusión de que dichas instituciones podridas son sólo un fiel reflejo de la sociedad que tutelan.
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