
Los primeros años fueron fructíferos, y la clases más desfavorecidas recibieron un impulso económico y social, gracias a un sinfín de reformas y al reparto de los cuantiosos beneficios que el Estado genera con el petróleo. Ello propició un fallido golpe de estado en 2.002.
Pero el supuesto izquierdismo de Chávez no puede nublar la visión de un hombre dictatorial en sus maneras, que está ahogando a la oposición y a la opinión pública más crítica con su gestión. Desde hace tres años el Presidente venezolano parece empeñado en anular cualquier atisbo de censura hacia su polémico mandato.
Si Venezuela siga por estos derroteros, en breve no habrá espacio posible para que la oposición pueda hacerse eco de sus mensajes, aniquilando la ya de por sí degradada democracia.
Es Europa, y especialmente España, quien debe jugar un papel crucial en la reorientación del destino de Venezuela, utilizando todas las herrramientas democráticas de presión a su disposición para tal fin.
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