EL RUMOR

domingo, 24 de octubre de 2010

TRADICIONAL ABUCHEO

Colaboración de Julen M. Ayuso (Vitoria-Gasteiz):

Lo advertía Miguel A. Aguilar horas antes en EL PAIS: “ El desfile irá acompañado de los abucheos de rigor al Presidente del Gobierno, orquestados con premeditación y alevosía y ejecutados por una claque reclutada entre el facherío rencoroso, que actúa de forma identificable y tan enfervorizada como impune”.

Exacto: ya lo conocíamos, de tan vulgar y trasnochado, porque lo repiten desde que perdieron y volvieron a perder las elecciones a la Moncloa. Sé que me reitero en esta cuestión, pero no hay que olvidar que su única estrategia – qué lástima – es machacar día a día a la persona mediante el insulto y la infamia, como vía única para ellos gobernar un día. ¡Cuánto acervo de intelecto para engatusar al papanatismo!...

Porque estamos aviados si alguien se tragó el año pasado la aparente confidencia del representante máximo de la derecha cuando susurró a su acompañante “mañana me espera el cogñazo del desfile”, a ver si colaba el montaje de su ingenuidad ante un micro que “creía¨ cerrado... Pura y burda tramoya, con lo que a él le gusta el espectáculo y puesto que ya habían organizado el tan esperado y tradicional abucheo. Y a la hora del mismo, el fariseo simulaba, lo mismo que esta vez, estar ausente, con la expresión franciscana del que no se entera y nada sabe.

Durante la dictadura –la libertad de expresión brillaba por su ausencia-, al gamberro se le sancionaba con una multa de doscientas cincuenta pesetas. Porque el gamberrismo ha sido siempre un producto muy nuestro, como el aceite oliva, y lo padecemos siempre. Y precisamente quienes añoran aquel régimen abyecto y, encima, organizan tales actos inciviles, se defienden apelando a la libertad de expresión, caso muy sandunguero. Que tales espectáculos sean típicos de nuestra idiosincrasia, debieran provocarnos el llanto, porque somos el único país del mundo en que se producen. Ni las comunidades aún indomesticadas de la jungla amazónica tienen, ni mucho menos, este tipo de comportamiento en sus rituales patrios.

Y la escena de la gallardía del alcalde madrileño interpelando al Presidente, precisamente entonces y en aquel escenario, con la monserga de sus problemas económicos, también resultaba un poema de amor infinito y una arlequinada de narices.

Recuerdo al sucesor de Carrero Blanco en la presidencia del Gobierno durante el régimen de transición, Arias Navarro, cuando todos los países civilizados instaban a España a que se recuperase aquí la democracia. Pues, en una de sus breves alocuciones, respondiendo a tales instancias, dijo histriónicamente: “Sí, vamos a hacer una democracia, pero una democracia... ¡¡A LA ESPAÑOLA!!... Aplausos y fervor a cántaros.

Esto es lo que hemos conseguido con los tradicionales abucheos y gestos sucios del otro día: una españolada inquietante.

Y cuando ya se quedaron solos y satisfechos, los tumultuarios se fueron con diligencia, como si no hubiesen tomado un solo trago desde la batalla de Nájera.

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