En las
próximas elecciones generales se decide con qué modelo de gestión los españoles
deseamos afrontar la crisis: el conservador o el progresista.
Mariano
Rajoy, hábilmente asesorado, esconde sus cartas, conocedor de que si muestra su
programa puede provocar la movilización del electorado de izquierdas y/o perder
buena parte del voto centrista.
Por su
parte, Rubalcaba afronta los comicios sabiendo que parte con una desventaja
sustancial, y que sus dotes de atleta en su juventud seguramente no le sirvan
en este envite, por mucho que presuma de ello en decenas de entrevistas. La
tarea es casi utópica: convencer a los descontentos, y mostrar una cara muy
diferente a la de un Zapatero que ha traicionado los valores de la izquierda en
los últimos dos años.
Asistimos
por tanto a un combate en el que el rival de la derecha gana por muchos puntos
de diferencia justo cuando llegamos al último asalto. El de la izquierda sólo
puede confiar en el KO, y por tanto sabe que sólo sacándose un conejo de la
chistera, es decir, asestando un duro golpe a su rival, tendrá alguna
posibilidad.
Desde
El Editorial asistiremos desde ya con interés a este apasionante torneo,
asumiendo que, al contrario de lo que sucede en Europa, los socialistas están
cerca de iniciar un largo peregrinaje por el desierto, mientras España entera
se tiñe de un azul tan intenso que casi da miedo.
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